Pideme lo que quieras, ahora y siempre
—?Y para eso me he tenido que despedir de mi trabajo y devolverte el anillo?
—No estas despedida y...
—Si lo estoy. No pienso regresar a tu maldita empresa en mi vida.
—?Por que?
—Porque no. ?Ah!, y por cierto, me alegro saber que pusiste de patitas en la calle a mi ex jefa. Y antes de que insistas, no. No pienso regresar a tu empresa, ?entendido?
Eric asiente, pero durante un instante se queda pensativo. Al final, se decide a hablar:
—No voy a permitir que sigas trabajando de camarera ni aqui ni en ningun otro lugar. Odio ver como los hombres te miran. Para mis cosas soy muy territorial y tu...
Alucinada por este arranque de celos, que en el fondo me pone a cien, le suelto:
—Mira, guapo, hoy por hoy hay mucho paro en Espana y, como comprenderas, si tengo que trabajar no me puedo poner en plan princesita. Pero, de todos modos, ahora no quiero hablar de esto, ?de acuerdo?
Eric se muestra conforme.
—En cuanto al anillo...
—No lo quiero.
?Guau, que borde estoy siendo! Hasta yo misma me sorprendo.
—Es tuyo, carino —responde Eric con tacto y una voz suave.
—No lo quiero.
Intenta besarme y le hago la cobra. Y antes de que diga nada, farfullo:
—No me agobies con anillos, ni compromisos, ni mudanzas, ni nada. Estamos hablando de nosotros y de nuestra relacion. Ha ocurrido algo que me ha desbaratado la vida y de momento no quiero anillos ni titulos de novia, ?vale?
Vuelve a asentir. Su docilidad me tiene maravillada. ?Realmente me quiere tanto? La cancion termina y suena Nirvana. ?Genial! Se acabo el romanticismo.
Se produce un tenso silencio por parte de los dos, pero no me quita el ojo de encima ni un segundo. Finalmente, veo que se curvan las comisuras de sus labios y dice:
—Eres una jovencita muy valiente a la par que preciosa.
Sin querer sonreir, levanto una ceja.
—?Momento peloteo?
Eric sonrie por lo que acabo de decir.
—Lo que hiciste el otro dia en la oficina me dejo sin habla.
—?El que? ?Cantarle las verdades a la idiota de mi ex jefa? ?Despedirme del trabajo?
—Todo eso y escuchar como me mandabas a la mierda ante el jefe de personal. Por cierto, no lo vuelvas a hacer o perdere credibilidad en mi empresa, ?entendido?
Esta vez soy yo la que asiente y sonrie. Tiene razon. Eso estuvo muy mal.
Silencio.
Eric me observa a la espera de que lo bese. Se que demanda mi contacto, lo se por como me mira, pero no estoy dispuesta a no ponerle las cosas faciles.
—?Es cierto que me quieres tanto?
—Mas —susurra, acercando su nariz a mi cuello.
El corazon me aletea; su olor, su cercania, su aplomo, comienzan a hacer mella en mi, y solo puedo desear que me desnude y me posea. Su proximidad es irresistible, pero, dispuesta a decir todo lo que tengo que decir, me retiro y murmuro:
—Quiero que sepas que estoy muy enfadada contigo.
—Lo siento, nena.
—Me hiciste sentir muy mal.
—Lo siento, pequena.
Vuelve a la carga.
Sus labios me besan el hombro desnudo. ?Oh, Diosssss, cuanto me gusta!
Pero no. Debe probar su propia medicina. Se lo merece. Por ello, respiro hondo y digo:
—Vas a sentirlo, senor Zimmerman, porque a partir de este instante cada vez que yo me enfade contigo tendras un castigo. Me he cansado de que aqui solo castigues tu.
Sorprendido, me mira y frunce el ceno.
—?Y como pretendes castigarme?
Me levanto del sillon.
?No le gustan las guerreras? Pues alla voy.
Me doy una vuelta lentamente ante el, segura de mi sensualidad.
—De momento, privandote de lo que mas deseas.
Iceman se levanta. ?Oh, oh!
Su altura es espectacular.
Clava sus impactantes y azulados ojos en mi, e indaga:
—?A que te refieres exactamente?
Camino. Me observa y, cuando estoy tras la mesa, aclaro:
—No vas a disfrutar de mi cuerpo. Ese es tu castigo.
?Tension!
El aire puede cortarse con un cuchillo.
Su rostro se descompone ante mis ojos.
Espero que grite y se niegue, pero de pronto dice con voz gelida:
—?Me quieres volver loco? —No respondo, y prosigue, ofuscado—: Has escapado de mi. Me has vuelto loco al no saber donde estabas. No me has cogido el telefono durante dias. Me has dado con la puerta en las narices y anoche te vi sonriendo a otros tipos. ?Y aun me quieres infligir mas castigos?
—?Aja!
Maldice en aleman.
?Guau, menuda palabrotaza que ha dicho! Pero al dirigirse a mi cambia completamente el tono:
—Carino, quiero hacerte el amor. Quiero besarte. Quiero demostrarte cuanto te amo. Quiero tenerte desnuda entre mis brazos. Te necesito. ?Y tu me estas diciendo que me prive de todo eso?
Se lo confirmo con mi voz mas fria y distante.
—Si, exactamente. No me tocaras ni un pelo hasta que yo te deje. Me has roto el corazon y, si me quieres, respetaras el castigo como yo siempre he respetado los tuyos.
Eric vuelve a maldecir en aleman.
—?Y hasta cuando se supone que estoy castigado? —pregunta, mirandome con intensidad.
—Hasta que yo decida que no lo estas.
Cierra los ojos. Inspira por la nariz y, cuando los abre, asiente.
—De acuerdo, pequena. Si eso es lo que tu crees que debes hacer, adelante.
Encantada, sonrio. Me he salido con la mia. ?Yupi!
Miro el reloj y veo que son las dos y media de la madrugada. No tengo sueno, pero necesito alejarme de el, o la primera que no cumplira el absurdo castigo impuesto sere yo. Asi pues, me desperezo antes de plantearle:
—?Me dices donde esta mi habitacion?
—??Tu habitacion?!
Con disimulo, contengo la risa que me gustaria soltar al ver su cara e insisto:
—Eric, no pretenderas que durmamos juntos.
—Pero...
—No, Eric, no —le corto—. Deseo mi propia intimidad. No quiero compartir la cama contigo. No te lo mereces.
Asiente lentamente con gesto tenso mientras se que en este momento debe de estar acordandose de todos mis antepasados, y murmura, pasado el primer impacto:
—Ya sabes que la casa tiene cuatro habitaciones. Escoge la que quieras. Yo dormire en cualquiera de las que queden libres.
Sin mirarlo, agarro mi mochila y me dirijo hacia la habitacion que el y yo utilizabamos en verano. Nuestra habitacion. Esta preciosa. Eric ha puesto una cama enorme con dosel en el centro de la estancia que es una maravilla. Muebles blancos decapados y cortinas de hilo en naranja a juego con la colcha. Miro el techo y veo un ventilador. ?Me encantan los ventiladores! Cierro la puerta y mi corazon bombea con fuerza.
?Que estoy haciendo?
Deseo que me desnude, que me bese, que me haga el amor como nos gusta a los dos, pero aqui estoy, negandome a mi misma lo que mas anhelo y negandoselo a el.
Tras dejar mi equipaje junto a una pared del dormitorio, me miro en el espejo ovalado a juego con los muebles y sonrio. Mi apariencia con este vestido es de lo mas sexy y sugerente. No me extrana que Eric me mire asi. Con malicia sonrio y planeo meter mas el dedito en la llaga. Quiero castigarlo. Abro la puerta, busco a Eric y lo veo parado frente a la chimenea.
—?Puedo pedirte un favor?
—Claro.
Consciente de lo que voy a pedir, me acerco a el, me retiro mi oscuro y largo pelo hacia un lado, y le solicito, mimosa:
—?Podrias bajarme la cremallera del vestido?
Me doy la vuelta para que no descubra mi sonrisa y lo oigo resoplar.
No veo su gesto, pero imagino su mirada clavada en mi espalda. En mi piel. Sus manos se posan en mi. ?Uf, que calor! Muy lentamente va bajando la cremallera. Noto su respiracion en mi cuello. ?Excitante! Se los esfuerzos que hace para no arrancarme el vestido e incumplir el castigo.
—Jud...
—Dime, Eric...
—Te deseo —confiesa con voz ronca en mi oreja.
La carne se me pone de gallina. Los pelos se me erizan y no respondo. No puedo.
No llevo sujetador y la cremallera termina al final de mi trasero. Se que mira mi tanga negro. Mi piel. Mis nalgas. Lo se. Lo conozco.