Pideme lo que quieras, ahora y siempre
Esa noche Eric duerme abrazado a mi. Hemos visto la grabacion y nos hemos reido. Lo he sorprendido con mis juegos y, antes de dormirme, me dice al oido:
—Me debes la revancha.
Dos dias despues, lo operan.
Marta y su equipo le hacen en los ojos el microbypass trabecular. Solo decir el nombre me da miedo. Junto a su madre, aguardo en la sala de espera del hospital. Estoy nerviosa. Mi corazon late acelerado. Mi amor, mi chico, mi novio, mi aleman, esta sobre la mesa de un quirofano y se que no lo esta pasando bien. No lo dice, pero se que esta asustado.
Sonia me toma las manos, me da fuerzas y yo se las doy a ella. Ambas sonreimos.
Espero..., espero..., espero... El tiempo pasa lentamente, y yo espero.
Cuando para mi ha transcurrido una eternidad, Marta sale del quirofano y nos mira con una amplia sonrisa. Todo ha ido estupendamente bien, y aunque el alta es inmediata, ella ha mentido a Eric y le ha dicho que tiene que pasar la noche alli. Yo asiento. Sonia se relaja, y las tres nos abrazamos.
Insisto en quedarme esta noche con el en el hospital. En la oscuridad de la habitacion lo miro. Lo observo. Eric esta dormido, y yo no puedo dormir. No me imagino una vida sin el. Estoy tan enganchada a mi amor que pensar en que algun dia lo nuestro pueda terminar me rompe el corazon. Cierro los ojos, y finalmente, agotada, me duermo.
Cuando despierto, me encuentro directamente con la mirada de mi chico. Postrado en la cama me observa y, al ver que abro los ojos, sonrie. Yo lo imito.
Esa manana le dan el alta y regresamos a nuestra casa. A nuestro hogar.
25
Con los dias, la recuperacion de Eric es alucinante. Tiene una fortaleza de hierro y, tras las revisiones pertinentes, sus medicos le dan el alta. Ambos estamos felices y retomamos nuestras vidas.
Una manana, cuando se va a trabajar, le pido a Eric que me lleve a la casa de su madre. Mi objetivo es ver el estado de la moto de Hannah. A el no le digo nada, o se que me la va a montar. Cuando Eric se marcha, su madre y yo vamos al garaje. Y tras retirar varias cajas y ponernos de polvo hasta las cejas, aparece la moto. Es una Suzuki amarilla RMZ de 250.
Sonia se emociona, coge un casco amarillo y me dice:
—Tesoro, espero que te diviertas con ella tanto como mi Hannah se divirtio.
La abrazo y asiento. Calmo su angustia, y cuando se marcha y me deja sola en el garaje, sonrio. Como era de esperar, la moto no arranca. La bateria, tras tanto tiempo sin ser utilizada, ha muerto. Dos dias mas tarde aparezco por la casa con una bateria nueva. Se la pongo, y la moto arranca al instante. Encantada por estar sobre una moto, me despido de Sonia y me encamino hacia mi nueva casa. Disfruto del pilotaje y tengo ganas de gritar de felicidad. Cuando llego, Simona y Norbert me miran, y este ultimo me avisa:
—Senorita, creo que al senor no le va a gustar.
Me bajo de la moto y, quitandome el casco amarillo, respondo:
—Lo se. Con eso ya cuento.
Cuando Norbert se marcha refunfunando, Simona se acerca a mi y cuchichea:
—Hoy, en «Locura esmeralda», Luis Alfredo Quinones ha descubierto que el bebe de Esmeralda Mendoza es suyo y no de Carlos Alfonso. Ha visto en su nalguita izquierda la misma marca de nacimiento que tiene el.
—?Oh, Dios, y me lo he perdido! —protesto, llevandome la mano al corazon.
Simona niega con la cabeza. Sonrie y me confiesa, haciendome reir:
—Lo he grabado.
Aplaudo, le doy un beso, y corremos juntas al salon para verlo.
Tras ver la horterada de telenovela que me tiene enganchada, regreso al garaje. Quiero hacerle una puesta a punto a la moto antes de usarla con regularidad y acompanar a Jurgen y sus amigos por los caminos de tierra a los que ellos van. Lo primero que he de hacer es cambiarle el aceite. Norbert, a reganadientes, va a comprarme aceite para la moto. Una vez que lo trae me posiciono en un recoveco del garaje de dificil acceso y comienzo a hacerle una estupenda puesta a punto tal como me enseno mi padre.
Tras la visita a Muller y la operacion de Eric, decido que de momento no quiero trabajar. Ahora puedo elegir. Quiero disfrutar de esa sensacion de plenitud sin prisas, problemas y cuchicheos empresariales. Demasiada gente desconocida dispuesta a machacarme por ser la extranjera novia del jefazo. No, ?me niego! Prefiero pasear con Susto, ver «Locura esmeralda», banarme en la maravillosa piscina cubierta o irme con Jurgen, el primo de Eric, a correr con la moto. Esta es una maravilla y tira que da gusto. Eric no sabe nada. Se lo oculto, y Jurgen me guarda el secreto. De momento, mejor que no se entere.
Un miercoles por la manana me voy con Marta y Sonia al campo, donde siguen el curso de paracaidismo. Entusiasmada veo como el instructor les indica lo que tienen que hacer cuando esten en el aire. Me animan a que participe, pero prefiero mirar. Aunque tirarse en paracaidas tiene que ser una chulada, cuando lo veo tan cercano me acojona. Van a hacer su primer salto libre, y estan nerviosas. ?Yo, histerica! Hasta el momento siempre lo han hecho enganchadas a un monitor, pero esta vez es diferente.
Pienso en Eric, en lo que diria si supiera esto. Me siento fatal. No quiero ni imaginar que pueda salir algo mal. Sonia parece leerme el pensamiento y se acerca a mi.
—Tranquila, tesoro. Todo va a salir bien. ?Positividad!
Intento sonreir, pero tengo la cara congelada por el frio y los nervios.
Antes de subir a la avioneta, ambas me besan.
—Gracias por guardarnos el secreto —dice Marta.
Cuando se montan en la avioneta les digo adios con la mano. Nerviosa, observo como el avion coge altura y desaparece casi de mi vista. Un monitor se ha quedado conmigo y me explica cientos de cosas.
—Mira..., ya estan en el aire.
Con el corazon en la boca, veo caer unos puntitos. Angustiada, compruebo como los puntitos se acercan..., se acercan..., y, cuando estoy a punto de gritar, los paracaidas se abren y aplaudo al punto del infarto. Minutos despues, cuando toman tierra, Sonia y Marta estan pletoricas. Gritan, saltan y se abrazan. ?Lo han conseguido!
Yo aplaudo de nuevo, pero sinceramente no se si lo hago porque lo han logrado o porque no les ha pasado nada. Solo con pensar en lo que Eric diria, se me abren las carnes. Cuando me ven, corren hacia mi y me abrazan. Como tres ninas chicas, saltamos emocionadas.
Por la noche, cuando Eric me pregunta donde he estado con su madre y su hermana, miento. Me invento que hemos estado en un spa dandonos unos masajes de chocolate y coco. Eric sonrie. Disfruta con lo que me invento, y yo me siento mal. Muy mal. No me gusta mentir, pero Sonia y Marta me lo han hecho prometer. No las puedo defraudar.
Una manana, Frida me llama por telefono y una hora despues llega a casa acompanada por el pequeno Glen. ?Que rico esta el mocosete! Charlamos durante horas, y me confiesa que es una acerrima seguidora de «Locura esmeralda». Eso me hace reir. ?Que fuerte! No soy la unica joven de mi edad que la ve. Al final, Simona va a tener razon en cuanto a que esa telenovela mexicana esta siendo un fenomeno de masas en Alemania. Tras varias confidencias, le enseno la moto y a Susto.
—Judith, ?te gusta enfadar a Eric?
—No —respondo, divertida—. Pero tiene que aceptar las cosas que a mi me gustan igual que yo acepto las que le gustan a el, ?no crees?
—Si.
—Odio las pistolas, y yo acepto que el haga tiro olimpico —insisto para justificarme.
—Si, pero lo de la moto no le va a hacer ninguna gracia. Ademas, era de Hannah y...
—Sea la moto de Hannah o de Pepito Grillo se va a enfadar igual. Lo se y lo asumo. Ya encontrare el mejor momento para contarselo. Estoy segura de que, con tiento y delicadeza por mi parte, lo entendera.