La F?rmula Omega
Capítulo 11 El arte de la elipsis
Espeluznado retransmisión diabólico aquelarre populacho stop clasificado interzonal cono suii stop dotación premio indispensable reparación palieres stop sigue carta stop w.
– Uve doble… ¡Que viva Venezolandia!
– Que viva, nena, que viva -contestó maquinalmente la Reina, tras comprobar el remite con semblante nublado-. Éste viene desde el anuncio de la nueva campaña de Bélcor.
– ¿Son sostenes, mami?
– Microsujetadores descapotables, para poder darse de vez en cuando un lípstick en los pezones. Una desfachatez, figúrate tú.
El punto de origen de los sucesivos telegramas de Alejandro Antonio causaba cada día más inquietud a la Reina, pero su corazón de madre confiaba en que habría alguna razón ultrasecreta para que su primogénito y heredero al trono telegrafiara desde un anuncio de gel de baño; importantísimos motivos desconocidos le retendrían en aquel programa de aerobio mientras la patria agonizaba so el poder de don Pedrito; muy graves sucesos de carácter confidencial explicarían sin duda sus desplazamientos a través de canales codificados, llevando de paquete a la modelo que anunciaba desvestida yogures desnatados.
Don Pedrito, por su parte, pretendía llevar a la práctica sus funestas Tesis de Septiembre: obtener por la fuerza la tierra, la industria, los recursos naturales y el patrimonio artístico. En otras palabras: apoderarse nada menos que del Estado para entregárselo a los secundarios, cuyas roncas gargantas repetían la consigna por las aceras de Petroburgo, la ci-devant Caracópolis D. F.: «¡Todo el poder a los soviets pedritistas!».
Con las armas de una miniserie británica sobre la guerra civil española, los desharrapados, convertidos ahora en la soidisante Milicia del Pueblo, patrullaban las calles de la capital.
El usurpador dictaba leyes tan bolcheviques que la reacción de las potencias no podía hacerse esperar. Sin embargo, se intentaba evitar a toda costa el uso de la fuerza, pues era sabido que don Pedrito contaba con el Arma Secreta del Pueblo Anónimo (ASPA) y, en caso de invasión, no dudaría en utilizarla contra el Occidente cristiano. La ONU se había limitado por lo tanto a una declaración de intenciones, la Comunidad Europea se mantenía a la expectativa y sólo Estados Unidos insistía en su implacable bloqueo comercial contra el régimen pedritista.
Mientras tanto, imperaba el terror televisado.
Con fanática puntualidad, cientos de miles de teletricoteuses conectaban los lunes el nuevo Canal RIP para asistir en directo a la ejecución de los protagonistas capturados por secundarios durante la semana.
Docenas de familiares y amigos, seres queridos de Reina Zenaida, iban siendo conducidos en carreta a su siniestra cita con Monsieur Garrot.
S. A. R. llevaba a cabo admirables esfuerzos para retener las lágrimas.
– No pienso darles esa satisfacción.
Quienes conseguían escapar, buscaban asilo en España, la monarquía amiga, donde se veían obligados a adoptar identidades falsas para engañar a los agentes de don Pedrito. Ascendía ya a cuatro el número de mártires inmolados en Madrid. La dependienta estrangulada en los probadores de El Corte Inglés no era otra que Moña García-Vaquero, la ci-devant Emperatriz del Teatro Televisado. El ci-devant Marqués del Telefolletín, Eduardo Francisco dos Santos, había sido encontrado en su taller de chapa y pintura, apuñalado con un destornillador. Lo mismo Clotilde Mazuecos, ci-devant Condesa de la Sitcom (veneno) y la pobre y ci-devant Marujita Navascués (tiro en la nuca).
Madrid se había convertido en un hervidero de espías, agents provocateurs, mercenarios, correos, cuádruples agentes, tramas secretas, pedritistas clandestinos y venezolandeses blancos al volante de los taxis. Los teléfonos estaban intervenidos, los carteros transportaban misivas en las que había mensajes escritos con zumo de limón, y en los domicilios particulares se tenía que llamar al telefonillo con contraseñas preestablecidas (por lo general, dos largos y uno corto, los lunes, miércoles y viernes; y dos cortos y uno largo, el resto de la semana, o algo parecido).
En octubre se constituyó el Gobierno de Venezolandia en el exilio, con sede en Madrid, en un chalet acorazado de la Colonia del Viso. La Presidencia le fue ofrecida de inmediato al legítimo heredero, el Príncipe Alejandro Antonio, que respondió con un telegrama enviado desde un anuncio de aparatos de gimnasia.
A GOBIERNO EXILIO CALLE GUADIANA 16 STOP MUY SEÑORES MÍOS STOP OBLIGADO RECHAZAR CARGO PRIMER MANDATARIO STOP CIRCUITO Azteca gran cilindrada reclama atención total stop
ÚNICO DEBER CRUZAR LÍNEA META INMEMÓRIAM PAPI QUEPO STOP SIGUE carta stop Alejandro A. William Martell.
– ¿William? -se asombró la Princesa al leerlo publicado en el periódico.
– ¡¡Gallina!! Me lo veía venir…
– ¿No será la Pimpinela Escarlata, mami?
– ¿Tu hermano Álex? No me hagas reír. Ahora ya no cabe duda: ¡es un cobarde congénito!
El cambio de nombre constituía la prueba definitiva que obligó a la cabeza de estadista de S. A. R. a imponerse sobre su corazón de madre. Había que reconocerlo. Mientras la patria se debatía entre la vida y la muerte, el joven disoluto se entregaba a la débauché, se revolcaba por gusto en plena boue y se iba despeñando cuesta abajo por spots de perfumes, colirios y compresas. ¡Qué vergüenza! Ni era la Pimpinela, ¡qué iba a ser!, ni quería mantenerse au dessus de la mélée, como había sugerido el banquero La Vachepourrie.
Siempre estaban ayudándose los unos a los otros.
Respiró hondo, levantó la excesiva quijada nobiliaria, enderezó la columna, puso una mano sobre el hombro de su hija
– En el preciso momento en que los hombres no son capaces de ponerse a la altura de las circunstancias es cuando no tenemos más remedio que aparecer las mujeres.
– ¡Pero qué tan supersentencioso chascarrillo, mami querida!
– ¿Te parece? -sonrió la Reina -. Pues ha llegado la hora de pasar a la acción -añadió con acento operativo-. Necesitamos un enlace con el Gobierno. Esta noche, training sinóptico; y mañana a primera hora te facturo para Madrid.