El Idiota
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El idiota es una de las cumbres de la narrativa universal. La novela, cuyo desarrollo gira en torno a la idea de la representación de un arquetipo de la perfección moral, tiene como protagonista al príncipe Myshkin, personaje de talla comparable al Raskolnikov de Crimen y castigo o el Stavrogin de Los demonios y que, significativamente, da título a la obra.
EL IDIOTA
El idiota es una de las cumbres de la narrativa universal. La novela, cuyo desarrollo gira en torno a la idea de la representación de un arquetipo de la perfección moral, tiene como protagonista al príncipe Myshkin, personaje de talla comparable al Raskolnikov de Crimen y castigo o el Stavrogin de Los demonios y que, significativamente, da título a la obra.
Traductor: López-Morillas, Juan
©1868, Dostoievski, Fiódor
©1999, Alianza Editorial, S.A.
Colección: El libro de bolsillo, 5538
ISBN: 9788420634609
Generado con: QualityEbook v0.35
Feodor Mikhailovich Dostoyevsky
EL IDIOTA
Feodor Mikhailovich Dostoyevsky y su novela “El Idiota”
Todos los juicios absolutos son arriesgados y comprometidos, injustos en definitiva, hasta en los casos que se nos antojan más claros y evidentes, diríase flagrantes. Por eso no cabe suscribir una opinión muy generalizada, común incluso a una gran parte de cierta autorizada crítica, según la cual Dostoievski es el más grande de los novelistas rusos, pese a que figuren entre éstos un Chejov y un Tolstoi, un Ivan Turguenev y un Máximo Gorki, un Andreiev... Y lo discreto es juzgarle, sin detrimento e injusticia para nadie, cual uno de los más grandes novelistas de todas las épocas y de todos los países.
Desde luego, dentro de esa seductora línea ofrecida por las letras rusas o, más concretamente, de la novelística rusa en donde el naturalismo y el realismo, tan crudo y pesimista de los maestros franceses, maestros inicialmente de los rusos, no se manifiesta incompatible con un esperanzador idealismo, confiándose en la idea de encontrar remedio a los males descritos.
Feodor Mikhaylovich Dostoyevsky —nacido en Moscú en el año 1821 y fallecido en San Petersburgo sesenta años después, hijo de un médico y él mismo ingeniero militar, que abandonó lógicamente las armas para dedicarse a la literatura, comprometido en la famosa conjuración de Petrachevsky y condenado a muerte, indultado de esta pena y forzado en Siberia durante cuatro años; enfermo epiléptico, por siempre delicado a consecuencia de las penalidades sufridas, colaborador de los diarios El Tiempo y La Época, director de la revista El Mundo Ruso, casado dos veces—, no cede en realismo a nadie, y muy al contrario, supera a casi todos. Cabalmente al describir con ese realismo personajes de suprema y simbólica humanidad, vistos y considerados en un ambiente asimismo supremamente realista, con rasgos y problemas de una realidad tan cierta como patética e impresionante, que es imposible olvidar; es decir, luciendo nuestro novelista unas facultades extraordinarias puestas a prueba en empeños tan difíciles como los aludidos. Pero nunca sin desentenderse de unos ideales redentores, sin prescindir de unas preocupaciones y de unas esperanzas que ennoblecen las páginas más realistas de Dostoyevsky. Y, mejor, inspirándolas, estimulándolas en todos los casos, justificando la actitud del gran novelista.
Así, desde su primera producción, la titulada Pobres gentes y aparecida hacia 1845, acogida con verdadero entusiasmo por Bielinsky y otros críticos inolvidables, aunque equivocado aquél en punto de reconocer como humorismo lo que... no lo era. Verdad es que el tema había sido tratado un poco a lo Gogol y, más todavía, a lo Dickens, pero con un íntimo dramatismo superior que naturalmente aumenta en las novelas que siguen, en las que el novelista presenta ya sus tipos predilectos. O sean sus enfermos mentales, sus criaturas angustiadas y atormentadas, sus hombres marcados por un sino cruel, "obligados" por unas circunstancias impías.
La vida resignada que, de acuerdo con la “ smirienie” rusa, llevó en presidio hasta 1854, enriqueció a Dostoyevsky en su experiencia, como apunta, entre otros, Bruckner, y daría puesto, en la labor dostoyevskyana, a La casa de los muertos (El presidio).
Luego vendrían las creaciones verdaderamente magistrales, que nos sobrecogen tan profundamente y que nos entusiasman, provocando generosos sentimientos: Los hermanos Karamazov, Crimen y castigo, El idiota... Esta es la que, precisamente, hemos elegido para representar el genio novelístico de Dostoyevsky.
El idiota es, en verdad, la producción más característica del gran escritor eslavo, una de las más discutidas de sus obras, y la preferida, como se sabe, de su autor, que depositó en ella sus más caras ilusiones. Con influencias tal vez de Tolstoi, bajo la figura del príncipe Michkin, el inocente, que "se ha vuelto como un niño", según el precepto evangélico, se han reconocido, en efecto, muchos rasgos comunes con su autor, entre ellos la enfermedad sagrada: la epilepsia, que le sirve para justificar muchas de las reacciones de este temperamento singular. No nos detendremos en explicar al lector los grandes méritos de la obra, universalmente reconocidos, pero si querernos ofrecerle la mejor síntesis de la idea fundamental que la inspiró y la mejor guía para su comprensión en estas breves palabras de M. de Vogüé, extraídas de su estudio sobre El Idiota. "La idea madre de la obra —dice aquel escritor—, es la siguiente: un cerebro, atacado en algunos de los resortes considerados por nosotros como esenciales y que no nos sirven sino para el mal, puede permanecer superior a los demás, intelectual y moralmente, sobre todo moralmente. Dostoyevsky ha imaginado un tipo muy próximo al inocente del campo ruso, al santo popular, tal como lo beatificaba la piedad de la Edad Media; el escritor ha reconstruido ese tipo con las virtudes de la psicología, le ha elevado muchos grados en la escala social; le ha situado en medio de la existencia moderna más complicada, y ha querido que esa criatura inacabada juntase en ella la preeminencia del espíritu a la de la virtud. Ha querido más aún, y para medir toda la audacia de su idea es preciso indagar la génesis de El Idiota. Según mi opinión, puede establecerse casi sin ninguna duda que el escritor ha pensado ante todo en Don Quijote. Dostoyevsky alude claramente a él en un pasaje de su libro. El libro de Cervantes ha ejercido siempre una atracción particular sobre las imaginaciones rusas; había ya proporcionado a Gogol la idea primera y el plan de sus Almas Muertas; él sugerirá a Dostoyevsky el deseo de encarnar a su vez, en un personaje simbólico, la eterna protesta del ideal contra la dura realidad de la vida. Pero apenas lanzado por este camino, nuestro místico retrocede todavía más lejos, se remonta a mayor altura; nutrido como se halla por las esencias del Evangelio, se produce en él una iluminación. ¿Por qué no realizar en una criatura viviente las palabras del Maestro: "Sed como niños pequeños"? Tal será el príncipe Michkin, "el Idiota".