El hombre de mi vida
– ¿No ha llegado usted al fondo?
– Incluso dudo que esos dos muertos sean los verdaderos asesinos. En cualquier caso han sido víctimas de una encerrona.
– ¿Quién es el culpable?
– Su marido, señor Mata i Delapeu, y su antagonista, Pérez i Ruidoms, han sido advertidos a través del drama de sus hijos. Matan a un hijo de Mata i Delapeu para culpabilizar al hijo de Pérez i Ruidoms. Detrás de esto hay alguien que quiere asustarles.
– ¿Asustar a mi marido? ¿No sabe usted quién es?
– Sé que preside todo lo que no preside Pérez i Ruidoms y gana todo el dinero que no gana Pérez i Ruidoms o a la inversa. Pero esto se complica, señora. Hay jugadas de fondo que relacionan esta operación con intereses extranjeros o no, pero que implican una concepción multinacional del chantaje y del crimen de altura.
– Mida sus fuerzas.
– ¿Y las suyas?
– Yo me limito a pagar. ¿Y usted?
– ¿Podría hacerme un seguro de vida? Si me muero dejo dos huérfanos ya muy mayores que no podrán reciclarse.
– Procure ir a una compañía de seguros en la que no sean copropietarios o mi marido o Pérez i Ruidoms. Si usted sigue yo sigo.
Carvalho salió de Caritas con una nota donde constaba un agente de seguros de la confianza de doña Delmira y marchó al despacho para destinar a Biscuter a algunas indagaciones complementarias.
– Me interesa que te metas en alguna secta, Biscuter. ¿Qué tal va eso de los cátaros?
– Un amigo mío, el Cachas Negras, ¿se acuerda usted del cocinero de la cárcel de Lérida? Igual que Lausín. También está metido en una secta.
– Te interesabas por los cátaros.
– Hay que creer en algo, jefe.
– Me interesa que vayas a por una que se llama neocatarismo o Universo Cátaro. Compóntelas como puedas.
Biscuter se fue a la cocina mientras se encariñaba con la palabra cátaro.
– Suena bien, jefe, se parece a cateto y a catéter.
Carvalho hojeó el plan de estudios que le había pasado Quimet y en las semanas siguientes asistió al cursillo organizado para los aspirantes que aprovechaban las vacaciones de agosto. Era como volver a la escuela de agentes de la CÍA al final de los cincuenta, comienzos de los sesenta, cuando el concepto de investigaciones subterráneas se imponía al de simple servicio de información preventivo. La CÍA ya había derrocado entonces a Jacobo Arbenz en Guatemala y había tratado de hacer lo mismo con Sukarno en Indonesia, sin olvidar las técnicas de guerra sucia empleadas en algunos conflictos periféricos de la guerra fría. Al joven Carvalho le había impresionado la alianza entre espionaje y superstición cuando le contaban la técnica para que los campesinos filipinos rechazaran a la guerrilla comunista y la hostigaran. La CÍA divulgó que los comunistas habían traído a la región espíritus del mal vampirescos que chupaban la sangre, los asuang, y para demostrarlo secuestraba guerrilleros comunistas, los huk, los mataba y les abría dos orificios en las venas del cuello para demostrar que había sido cosa del vampiro mítico. Lo más duro para Carvalho había sido el entrenamiento de tortura con cobayas humanas vivas, generalmente mendigos sin familia que pasaban por los laboratorios de tortura para dar ejemplo a los agentes, pero sobre todo a militares del tercer mundo reclutados por la CÍA para defender la civilización occidental de la amenaza del comunismo. Si todo lo vivido le parecía vivido por otro, ahora en esta cripta de la Teolo gía de la Seguridad catalana, la liviandad, el voluntarismo, la mimesis de discípulos de Badén Powell con la que se empleaban los profesores le suscitaban una especial melancolía, así como la disposición del alumnado, dividido entre desempleados dispuestos a trabajar en cualquier cosa y patriotas auténticos que habían hecho de la independencia de Cataluña la causa de su vida y, si era necesario, de su muerte.
Las asignaturas eran escasas. Historia de Cataluña. El nuevo orden internacional. Servicios de Información descompuesta en Historia, Teoría y Práctica. A su vez la práctica se descomponía en tres seminarios: Legislación e Información, Utillaje para la Información y Deontología de los Servicios de Información. El jefe de estudios era un tal señor Piferrer, que el primer día del cursillo les conminó a comprarse un cuaderno de apuntes y agenda de tapas color negro y marca Myrga, sin especificar el porqué de tanto detalle. Carvalho observó que sus catorce compañeros de clase habían llenado la portada y contraportada del cuaderno con pegatinas de la bandera catalana, del Barcelona FC, de Sharon Stone, de la top model catalana Judit Mascó, y las tres muchachas se autocaracterizaban por llevar la efigie del motociclista Álex Crivillé, del futbolista Josep Guardiola y una se había atrevido a enganchar una fotografía del subcomandante Marcos, líder intelectual del neozapatismo.
La Historia de Cataluña que les explicaban era la historia de un aplazamiento entre la falsa unificación de los Reyes Católicos y el Gobierno de Jordi Pujol. Se insistía mucho en el relanzamiento nacionalista de los años setenta ligado a los encuentros de las Naciones sin Estado y al papel del CIEMEN, Centro Internacional Escarré para las Minorías Étnicas y Nacionales. De la filosofía del CIEMEN derivaba la propuesta de un nuevo orden internacional que de momento pasaba por la Europa de las Regiones, tesis elaboradas por un político francés, Edgar Faure, un ex monje de Montserrat llamado Aureli Argemí y ratificadas por el pensamiento político de Jordi Pujol. Se pregonaba la formación de un frente europeo de Naciones sin Estado, fortalecido por los pequeños estados nacidos de la nueva geopolítica derivada de la caída del Muro de Berlín. Había que conseguir una asamblea de naciones europeas sin Estado y se convocaba a gallegos, vascos, corsos, padanos, friulanos, nacionalistas del Alto Adigio, bretones, galeses, occitanos para que llevasen adelante los acuerdos tomados a comienzos de los años ochenta en elmonasterio benedictino de Sant Miquel de Cuixà. Las lecciones sobre nuevo orden internacional y naciones sin Estado partían de la historia del movimiento regionalista, especialmente de la lucha por el reconocimiento de las lenguas regionales o minoritarias, como el danés superviviente en Alemania, la de los frisones, el serbio superviviente en Alemania Oriental, el gaélico en sus diferentes divisiones, el catalán, la lengua albanesa de algunas comunidades italianas, el croata, el friulano, el franco-provenzal, el griego aún hablado en el sur de Italia y Sicilia, el occitano, el sardo. Cada país tenía un enclave lingüístico no oficial reprimido y en algunos casos esas lenguas traducían la voluntad de afirmación nacional, como en el caso de Cataluña o Euzkadi, en España, en menor medida el gallego porque la reivindicación nacional gallega estaba convirtiéndose en simple regionalismo, controlada por la derecha españolista. Los cursos de verano de la Universidad de Prada o el Monasterio de Cuixà habían mantenido estas reivindicaciones en tiempos del bajo franquismo y, contra lo esperado, la democracia y la autonomía no habían impulsado la lucha reivindicativa de los pueblos sin Estado.
– ¿Qué querían esos pueblos sin Estado? ¿Tener Estado?
Tal vez porque la pregunta de Carvalho fue hecha en castellano, le pareció a su autor que el silencio era doblemente espeso.
– Quieren la suficiente soberanía para decidir si quieren constituirse en Estado o no. Hay cincuenta millones de europeos que viven en situación de minorías reprimidas o tuteladas.
En los textos originales que les pasaban aparecía con frecuencia el nombre de Aureli Argemi, el ex monje benedictino de Montserrat que desde el monasterio de Sant Miquel de Cuixà impulsó el movimiento durante la década de los setenta y los ochenta. Argemi era un decidido partidario de las ONG como el instrumento para construir un nuevo orden desde abajo y una cultura de la solidaridad. Una Europa de los pueblos crearía un referente para un nuevo orden internacional. Si bien el gobierno español no se había colocado frente a estos movimientos, de hecho los había obstaculizado, así en España como en los foros internacionales.