O C?sar o nada
2 El papa en familia
– Todo el mundo reconoce que es el papa más hermoso. No ha habido Santo Padre con tanta majestad.
Desde la ventana, estimula Adriana del Milá con sus comentarios a que los que la rodean los respalden, y asienten cortesanos y cortesanas, volcados sobre las bandejas y agarrados a las copas llenas de vino para no caerse, y sólo Adriana se empeña en no perder de vista el núcleo de la ceremonia en las escaleras de la basílica de San Pedro. Puede ver Adriana el instante justo en que la tiara pontificia amuebla la poderosa cabeza de Rodrigo Borja.
– Les guste o no les guste, todos los cardenales le rinden pleitesía, qué importa lo que piensen debajo de esas mitras blancas si cada uno ha traído a doce escuderos vestidos de rosa, plata, verde y negro, para mayor resplandor de Rodrigo, de un Borja.
Vuela Adriana de ventana en ventana a medida que el cortejo se pone en marcha y reclama la presencia de Lucrecia.
– Lucrecia, ¡corre! ¿Dónde está Giulia?
– No sé. Hace un momento estaba aquí.
– Idiota. Se perderá el espectáculo. Van a tomar posesión del palacio de Letrán. Jamás se ha visto desfile así en Roma, con más embajadores, más prelados, más nobles, siguiendo la enseña de los Borja, el buey de los Borja.
¡Todos detrás del buey!
Los ojos de Adriana no se apartan del círculo más inmediato que rodea al nuevo pontífice, donde Antonio Pico della Mirandola despliega el estandarte del papa: el buey de los Borja, magnificado por el diseñador hasta convertirlo en un toro. Lucrecia secunda el entusiasmo de Adriana, pero no su intensidad. Es la fiesta de Adriana. La fiesta de "los catalanes", pregona desafiadoramente mirando a los que las rodean.
– A mi padre y a Rodrigo y al pobre Pere Lluís los persiguieron como a alimañas cuando murió Calixto Iii. Míralo. Sabíamos que un día u otro Rodrigo triunfaría.
Es nuestra victoria.
Y sobre su jaca blanca, Rodrigo, la tiara pontificia en la cabeza bajo un dosel dorado, surcado de rayas amarillas y rojas. Los ojos de Rodrigo se fijan en una pancarta: "Roma era grande bajo César.
Ahora es más grande aún. César era un hombre. Alejandro es un Dios." Musita: esto son cosas de Canale. Rodrigo pasa bajo un arco floral constantiniano y sus ojos se lanzan hacia el cenit como tratando de abarcar la profundidad del espacio.
– "Que m.estau veient? Mareta?
Oncle? Soc en Rodrigo. Soc papa!"
De nuevo sus ojos tropiezan con el estandarte de los Borja.
– "Pere Lluís, germá, mira on soc"
La angustia se le hace estertor en la garganta y lágrimas en los ojos.
– "Hem guanyat. Mare, oncle, Pere Lluís, germá meu. Hem guanyat. Fixau-vos. Han convertit el bou del nostre escut en un brau.
Hem guanyat!"
Alfons de Borja paseaba por delante del trono pontificio alargando las zancadas, forzando el ritmo de su ir y venir, con las manos en la espalda y la mirada al frente, aunque de vez en cuando su cabeza se ladea, sus ojos en busca de la puerta que de un momento a otro sabe se va a abrir. Y cuando lo hace es para que el secretario le anuncie:
– Santidad, sus sobrinos Rodrigo y Pere Lluís.
Compone el gesto Alfons de Borja, como aumentando su elevada estatura de hombre y papa, pero cuando los dos jóvenes entran en el salón se conmueve, acude a su encuentro, les niega la mano que querían besarle y los abraza con la garganta estrangulada.
– "Pere Lluís, Rodrigo…
fills meus"
– "Oncle" -dice Rodrigo.
– "Santedat" -dice Pere Lluís.
– "Estic molt content del profit que heu tret als estudis a Bolonya i hem de prendre decisions importants. Qué voleu fer ara?
Romandre ací, al meu costat?"
– Vosté, oncle, es el cap de la nostra família"
– "Tot va be a casa vostra?
I la vostra mare? Fa molt que no passeu per Xátiva. Ho comprenc.
Peró ara la vostra terra es la cristiandat"
– "Tot be, tot be, oncle. Farem el que vosté ens digui"
.
Repara Calixto Iii en la presencia del secretario y le insta a que acerque dos sillas a situar delante del trono. Recupera el asiento y la jerarquía y desde su adquirido nivel observa a sus sobrinos. Abandona el catalán y señala a Rodrigo.
– Vas demasiado bien vestido para ser un sobrino del papa. Ahora soy el representante de Cristo en la Tierra. Cristo era pobre y fue crucificado casi desnudo. Por eso san Mateo escribió: "Beati pauperes spiritu, quonian ipsorum est regnum caelorum." Asiente el secretario somnoliento y se sobresalta cuando oye la respuesta de Rodrigo.
– Bien cierto es, bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Pero san Mateo no se refiere a los pobres de bolsillo, sino a los pobres de espíritu. Juvenal nos advirtió: "Nihil habet infelix paupertas durius in se, quam quod ridiculos homines fecit."
– No me parece una buena medida colocar en la misma balanza a un santo como Mateo y a un disoluto descarado como Juvenal, pero vosotros, especialmente vosotros, por lo difícil que lo habéis tenido como hijos de viuda, debéis tener en cuenta aquella sentencia sabia: "Claudus eget baculo, cecus duce, pauper amico." Su santidad guiña un ojo a sus sobrinos y prosigue:
– El dinero no es malo si se emplea en fortalecer la obra de Dios y sus instrumentos, ahora ese instrumento somos los Borja. Una familia escogida por Dios para cumplir sus designios en la Tierra. Me di cuenta cuando el predicador Vicente Ferrer profetizó que sería papa y me encargó la tutela de Alfonso de Aragón, rey de Nápoles. Ahora, formáis parte de los trescientos valencianos, catalanes y aragoneses que me he traído a Roma como gente de confianza y no quiero que me defraudéis. Estoy rodeado de hostilidad. Esta gentuza se pasa el día exclamando: "Oddio, la Chiesa romana in mano ai catalani!" Nos detestan. Esta ciudad, este país se divide en asesinos y asesinados. Entre ladrones y robados. No basta con la santidad y el carácter para hacer fuerte a la Iglesia. Hay que estar preparado, y el estudio de las leyes de Dios y de las del mundo es fundamental. La santidad y el carácter los emplearemos contra el infiel, y antes de morir yo mismo encabezaré una cruzada contra el Gran Turco, a mis setenta y cinco años estoy dispuesto a ir a la lucha, el primero, con la misma indignación moral con la que Cristo expulsó del Templo a los mercaderes. Para ello cuento contigo, Pere Lluís. Conozco tu buena disposición militar y serás el capitán general de los ejércitos del Estado pontificio. Tú, Rodrigo, serás cardenal, pero sobre todo has de ser como yo, un experto en leyes, y lo eres tras los estudios en
Lleida y Bolonia. La Iglesia no es sólo una fe o una comunión, es también un aparato de poder muy complejo.
No tenían otra respuesta para el asentimiento que cabecear una y otra vez, convencidos de que la infalibilidad de Calixto Iii se plasmaba en primera instancia ante la familia.
– Y no os creáis que estoy inútilmente obsesionado por lo del Turco. La caída de Constantinopla nos obliga a reaccionar y Belgrado está amenazada. Hace unos meses pasó por aquí un caballero paisano, Joanot Martorell, ¿le conocéis?
No lo conocían, ni juntos ni por separado.
– Un bravo caballero que estaría dispuesto a secundar una cruzada si le diéramos la exclusiva de su crónica. Tiene un conocimiento extraordinario de por qué hay que aplastar al Turco.
– ¿Por qué?
– ¿Y tú me lo preguntas, Pere Lluís? El Islam es una religión excluyente, y el desarrollo de los países del Mediterráneo es el único posible. Más allá de Finisterre empieza lo desconocido. Se habla de imanes que hunden a los barcos desde el fondo marino o de cataratas que precipitan los océanos en la nada. Los turcos cierran el Mediterráneo e impiden la expansión de los pueblos cristianos.
Se fomenta la corrupción de tolerarlos. Venecia negocia con los turcos, y los franceses a veces utilizan sus servicios. Hay que cortar por lo sano.
Prosiguió el advertimiento del anciano a sus sobrinos mientras la tarde romana ocre y verde se volvía noche ante los ojos fugitivos de Rodrigo, que escuchaba a su tío pero su mirada tenía voluntad de huida.
– ¿Rodrigo? Te estoy hablando.
– Sí, "oncle".
– Conviene que en Roma no olvidemos que somos de la familia
pero también que no olvidéis que soy el papa.
– Sí, santidad.
– ¿Qué impresión os ha producido Roma?
Se miran los dos hermanos consultando la respuesta y finalmente Pere Lluís se decide.
– La verdad es que nos gustaba más Bolonia, y más que Bolonia, Valencia. Roma parece un poblado oscuro y sucio.
Se envalentona Pere Lluís ante la sonrisa condescendiente de su tío.
– En Valencia la noche se vive y en Roma da la sensación de que todo el mundo habla de todo el mundo y espía a todo el mundo y el Tíber apesta. Los sicarios de los Orsini y de los Colonna marcan sus territorios como los perros y los Della Rovere vigilan Roma desde Liguria como los buitres vigilan la agonía de la vaca.
– La diferencia entre el pasado y el futuro es Valencia o Roma.
En Valencia yo podía ser sólo obispo o cardenal, con la benevolencia de los Trastámara, reyes en Castilla y en Aragón y ahora en Nápoles. En Roma soy papa. No lo olvidéis. Los papas no podemos seguir pendientes de la benevolencia de nuestros amigos los reyes.
He discutido mucho sobre esto con Lorenzo Valla, un filólogo que sostiene la peregrina tesis de que Constantino no consagró el poder temporal de los papas. Necesitamos tener nuestra propia riqueza y nuestro propio poder. "Pauper eget amico." Los pobres necesitan un amigo. Yo soy vuestro amigo, pero el mejor amigo de la Iglesia es ella misma.
Bendecidos por el papa Calixto Iii, no se reprodujeron en las despedidas los abrazos ni las efusiones, y cuando salieron los dos jóvenes del palacio, aspiraron el aire como si les faltara desde hacia tiempo.
– "Pere Lluís, hem fet sort.
L.oncle ens ha [email protected] for amp;a be"
.
– "De qui es pot refiar un si no es dels seus nebots? Peró ara vull viure la nit de Roma. Vull saber com tenen la figa les romanes, despres de tocar tantes figues a Valencia i Bolonya tinc els dits morts de gana. Porto massa temps sense dona"
– "I jo tambe"