Una muerte inmortal
– Sí -contestó ella con voz de humo sacramental. Aquellos ojos apenas parpadearon al mirar a Eve antes de aplicarse como lapas al rostro poco atractivo y atur?dido de Feeney-. Es horrible, capitán. He probado en el tanque de aislamiento, en el elevador de ánimo, he pro?gramado incluso el holograma con paseos campestres, pues eso siempre me relaja. Pero nada consigue sacarme a Pandora de la cabeza.
Se llevó ambas manos a su cara de incredulidad:
– Debo de parecer una bruja.
– Está usted muy guapa -balbució Feeney-. Des?pampanante. Yo…
– Eche el freno -murmuró Eve dando un codazo a Feeney-. Nos hacemos cargo de su situación, señorita Fitzgerald. Pandora era amiga suya.
Jerry abrió la boca, la cerró y sonrió astutamente.
– Podría decirle que sí, pero usted descubriría ense?guida que no nos llevábamos muy bien. Nos tolerába?mos mutuamente por estar en el mismo negocio, pero a decir verdad no nos soportábamos.
– Ella la invitó a su casa.
– Sólo porque quería tener a Justin allí, y ahora él y yo estamos muy unidos. Pandora y yo nos hablábamos, eso sí, incluso habíamos hecho algunas cosas juntas.
Se puso en pie, bien para lucir el cuerpo, bien porque prefería servirse ella. De un armario esquinero sacó una botella en forma de cisne y escanció parte de su conteni?do azul zafiro en un vaso.
– Primero déjeme decirle que estoy sinceramente preocupada por el modo en que murió. Es terrible pensar que alguien pueda odiarte tanto. Soy de la misma profesión y estoy igualmente expuesta a la mirada del público. Soy una especie de imagen, igual que Pandora. Si le ocurrió a ella… -Se interrumpió y bebió un sorbo-. Podría ocurrirme a mí. Es una de las razones de que esté en casa de Justin hasta que todo se haya resuelto.
– Repasemos sus movimientos en la noche del crimen.
Jerry agrandó los ojos.
– ¿Estoy en la lista de sospechosos? Eso suena hala?gador. -Regresó a la butaca, vaso en mano. Después de sentarse, cruzó sus exquisitas piernas de un modo que hizo vibrar a Feeney-. Jamás tuve arrestos suficientes para otra cosa que lanzarle algunas pullas. La mitad del tiempo, Pandora ni se daba cuenta de que la estaba ata?cando. No era precisamente un gigante de la inteligen?cia, y no sabía de sutilezas.
Cerró los ojos y contó básicamente la misma histo?ria que Justin, aunque ella, al parecer, afinaba más en lo respectivo al altercado de Pandora con Mavis.
– Debo admitir que la estuve animando. A la menu?da, no a Pandora. Esa chica tenía estilo -dijo Jerry-. Era misteriosa y memorable, algo así como un cruce de hospiciana y amazona. Trató de inmovilizarla, pero Pando?ra hubiera fregado el suelo con ella de no ser porque Paul y Justin lo evitaron. Pandora era realmente fuerte. Siempre estaba en el club de salud trabajando la muscu?latura. Una vez la vi lanzar literalmente por los aires a un asesor de modas porque había puesto mal las etiquetas en los accesorios de Pandora antes de un desfile.
Abrió un cajón de la mesa metálica que tenía al lado y buscó una caja esmaltada. Sacó un cigarrillo rojo y lus?troso, lo encendió y exhaló un humo perfumado.
– En fin, la mujer intentó una vez más razonar con Pandora, hizo no sé qué trato con ella acerca de Leonar?do. Es un modisto. Yo creo que la hospiciana y Leonardo eran pareja y que Pandora no estaba dispuesta a per?mitirlo. Leonardo está preparando un show. -Volvió a sonreír con aquella sonrisa de gata-. Desaparecida Pan?dora, tendré que ser yo quien le dé respaldo.
– ¿No estaba usted involucrada en ese desfile de modas?
– Pandora era cabeza de cartel. Ya he dicho que ella y yo habíamos hecho algunas cosas juntas. Un par de ví?deos. Su problema era que aun teniendo tipo, incluso presencia, a la hora de hacer el papel de otra o intentar dar bien en pantalla, era como un palo. Ni más ni menos. Un horror. Pero yo no. -Hizo una pausa para exhalar un nuevo chorro de humo-. Yo soy muy buena y me es?toy concentrando en mi trabajo de actriz. De todos mo?dos, meterme en ese show, con ese diseñador, será un buen empujón para mí en lo concerniente a los media. Sé que suena cruel. Lo siento. -Se encogió de hombros-. La vida es así.
– La muerte de Pandora le llega a usted en un mo?mento oportuno.
– Cuando veo una ocasión, la aprovecho. Yo no mato por una cosa así. Eso cuadraba más con Pandora.
Se inclinó hacia adelante, y su escote se abrió des?preocupadamente.
– Mire, vamos a hablar claro. Soy inocente. Estuve con Justin toda la noche, no vi a Pandora pasadas las doce. Puedo ser franca y decir que no la soportaba, que ella era mi rival de profesión, y que yo sabía que le ha?bría gustado apartar a Justin de mí por puro despecho. Y tal vez lo habría conseguido. Tampoco mato por ningún hombre. -Dedicó a Feeney una mirada untuosa-. Hay muchos hombres interesantes por ahí. Y el hecho es que no habrían cabido en su apartamento todas las personas que la detestaban. Yo sólo soy una más.
– ¿Cuál era su estado de ánimo la noche en que murió?
– Estaba cabreada y colocada. -Con un rápido cam?bio de humor, Jerry echó la cabeza atrás y rió con ga?nas-. Yo no sé qué se habría metido, pero está claro que sus pupilas la delataban. Tenía puesta la directa.
– Señorita Fitzgerald -empezó Feeney en tono pau?sado y como de disculpa-, ¿diría usted que Pandora ha?bía ingerido una sustancia ilegal?
Ella dudó, luego movió sus hombros de alabastro.
– Nada que sea legal le hace sentir a una tan bien. O tan mal. Y ella se sentía bien y mal. Fuera lo que fuese, lo estaba combinando con litros de champán.
– ¿Les ofrecieron a usted y a los demás invitados sus?tancias ilegales? -preguntó Eve.
– Ella no me invitó a compartir nada. Pero sabía que yo no consumo drogas. Mi cuerpo es un templo. -Sonrió al ver que Eve miraba su vaso-. Proteínas, te?niente. Pura proteína. ¿Y esto? -Blandió su delgado ci?garrillo-. Vegetariano, con algo de sedante perfecta?mente legal, para mis nervios. He visto caer a mucha gente poderosa por culpa de un viaje corto y rápido. A mí me van los trayectos largos. Me permito tres ci?garrillos de hierbas al día y alguna copa de vino de vez en cuando. Nada de estimulantes químicos ni píldoras de la felicidad. Por el contrario… -Apartó su vaso-. Pandora ingería cualquier cosa. Era capaz de tragar de todo.
– ¿Sabe usted el nombre de su proveedor?
– Nunca se lo pregunté. No me interesaba en absolu?to. Pero yo diría que esto era algo nuevo. Jamás la había visto tan lanzada, y aunque me duele decirlo, se la veía mejor, más joven. El tono de piel, la textura. Tenía, cómo decirlo, un brillo especial. Si no supiera de qué va, habría dicho que se había sometido a un tratamiento completo, pero las dos vamos a Paradise. Sé que ese día no estuvo en el salón, porque yo sí estuve. Además, se lo pregunté, y ella me sonrió y dijo que había descubierto un nuevo secreto de belleza y que pensaba sacar mucho dinero con ello.
– Muy interesante -comentó Feeney cuando montó de nuevo en el coche de Eve-. Hemos hablado con dos de las tres personas que trataron a la víctima en sus últi?mas horas. Ninguna podía tragarla.
– Pudieron hacerlo juntos -musitó Eve-. Fitzgerald conocía a Leonardo, quería trabajar con él. Nada más fácil que buscarse una coartada mutua.
Él se palpó el bolsillo en donde había guardado los discos de seguridad del edificio.
– Examinaremos esto a ver qué descubrimos. Sigo pensando que nos falta un móvil. El que se cargó a Pandora no sólo quería matarla, quería borrarla*. Nos enfrentamos a un tipo especial de furia. Y no parece que ninguno de esos dos fuera a tomarse tantas moles?tias.
– En un momento dado, cualquiera podría hacerlo. Quiero pasarme por ZigZag y ver si empezamos a concre?tar los movimientos de Mavis. Y necesitamos contactar con ese productor, fijar una entrevista. ¿Por qué no pone a tra?bajar a uno de sus zánganos en las compañías de taxis? No veo a nuestra heroína tomando el metro o un autobús hasta el apartamento de Leonardo.