Una muerte inmortal
El enlace pitó otra vez, y ahora apareció un rostro en el monitor: «Fiscal Jonathan Heartley a teniente Da?llas».
– Enterado.
– Hemos dictado orden de arresto contra Freestone, Mavis, acusada de homicidio en segundo grado. Man?tenga la transmisión, por favor.
– No han perdido el tiempo -gruñó Feeney.
Capitulo Siete
Quería hacerlo sola. Tenía que hacerlo sola. Podía contar con que Feeney averiguaría cualquier detalle que pudiese atenuar los cargos contra Mavis. Pero el trabajo tenía que hacerse, y ella quería hacerlo sola.
Con todo, se alegró cuando Roarke abrió la puerta.
– Lo noto en tu cara. -Se la cogió entre las manos-. Lo siento, Eve.
– Tengo una orden. He de llevármela para que la fi?chen. No puedo hacer nada más.
– Lo sé. Ven. -La estrechó entre sus brazos mientras ella hundía la cara en su hombro-. Encontraremos la clave que demuestre su inocencia.
– Nada de lo que he averiguado, nada, me sirve de ayuda. Todo empeora las cosas. Las pruebas están ahí. El móvil también, la oportunidad. -Se apartó de Roar?ke-. Si no la conociera, dudaría de ella.
– Pero la conoces.
– Se asustará mucho. -Eve miró escaleras arriba, donde Mavis debía estar esperando-. La oficina del fis?cal me ha dicho que ellos no se opondrán a una fian?za, pero aun así Mavis va a necesitar… Roarke, detesto pedírtelo…
– No tienes por qué. Ya me he puesto en contacto con el mejor abogado criminalista de todo el país.
– No podré devolverte ese favor.
– No te preocupes…
– No me refiero al dinero, Roarke. -Ella se estreme?ció y le cogió las manos-. Tú no la conoces, pero crees en ella porque yo creo. Eso es lo que no puedo devolver?te. He de ir con ella.
– Quieres hacerlo tú sola. -Él lo comprendía, y ya se había convencido de que era mejor no discutir-. Avisaré a sus abogados. ¿De qué se la acusa?
– Homicidio en segundo grado. Tendré que enfren?tarme a los media. Se sabrá que Mavis y yo tenemos una amistad. -Se mesó el cabello-. Eso podría salpicar?te a ti.
– ¿Crees que me preocupa?
Ella sonrió.
– Imagino que no. Puede que me retrase un poco. La traeré de vuelta lo antes que pueda.. -Eve -murmuró él al pie de la escalera-, ella también cree en ti. Y tiene buenos motivos.
– Espero que estés en lo cierto. -Siguió escaleras arriba y recorrió despacio el pasillo hasta el cuarto de Mavis.
Llamó a la puerta.
– Entra, Summerset. Te he dicho que bajaría yo por el pastel. Oh. -Sorprendida, Mavis levantó la vista del ordenador donde había estado intentando escribir una nueva canción. Para animarse un poco se había puesto una malla integral de color zafiro y se había teñido el pelo a juego-. Pensaba que era Summerset.
– Y el pastel.
– Sí, me llamó por el interfono para decir que el coci?nero había preparado un pastel de chocolate triple. Summerset sabe que tengo esta debilidad. Ya sé que no os lleváis muy bien, pero conmigo es un ángel.
– Eso es porque siempre te imagina desnuda.
– Lo que sea. -Mavis empezó a teclear nerviosamente en la consola con sus uñas tricolor-. Además se porta muy bien. Creo que si pensara que le echo el ojo a Roarke sería diferente. Le tiene auténtica devoción. Se diría que lo considera más que un jefe, como si fuera su único hijo o algo así. Es por eso que te da problemas, y el he?cho de que tú seas policía no ayuda mucho. Yo creo que Summerset tiene un bloqueo con la poli.
Mavis calló, temblando visiblemente.
– Lo siento, Dallas, estoy hablando demasiado. Ten?go mucho miedo. Has encontrado a Leonardo, ¿verdad? Algo va mal, muy mal. Está herido, ¿es eso? ¿Está muer?to?
– No, no le ha pasado nada. -Cruzó la habitación y fue a sentarse a los pies de la cama-. Vino a la Central esta mañana. Tenía un corte en el brazo, nada más. Tú y él tuvisteis casi la misma idea ayer noche. Se emborra?chó como una cuba y fue a tu apartamento, y acabó cor?tándose en el brazo con una botella vacía. Luego se des?plomó.
– ¿Borracho, dices? -Mavis se agarró a eso-. Si ape?nas bebe. Sabe que no puede. Me contó que si bebe mu?cho hace cosas que luego no puede recordar. Y dices que fue a mi casa… Oh, qué bueno es. Y después fue a verte a ti porque no podía encontrarme.
– Vino a verme para confesar el asesinato de Pan?dora.
Mavis se echó atrás como si Eve la hubiera golpeado.
– Eso es imposible. Leonardo no haría daño a nadie. Es incapaz. Él sólo intentaba protegerme.
– En ese momento no sabía que tú estabas metida. Dice que debió de discutir con Pandora y que pelearon y la mató.
– Pero eso no es verdad.
– Las pruebas así lo indican. -Eve se frotó los ojos y los dejó apretados un momento-. El corte que tenía en el brazo era de un trozo de botella rota. Su sangre no estaba en la escena del crimen, ni la de Pandora estaba en la ropa que llevaba Leonardo. Todavía no hemos podido fijar sus movimientos con precisión, pero no tenemos nada contra él.
A Mavis le dio un vuelco en el corazón.
– Así pues tú no le creíste.
– Aún no lo he decidido, pero según las pruebas es inocente.
– Menos mal. -Mavis se acercó a ella-. ¿Cuándo po?dré verle, Dallas? Leonardo y yo tenemos cosas de que hablar.
– Tendrás que esperar un poco. -Eve se obligó a mi?rar a Mavis-. He de pedirte un favor, el mayor que nadie te haya pedido nunca.
– ¿Me va a doler?
– Sí. -Eve vio cómo sus intentos por sonreír fracasa?ban-. He de pedirte que confíes en que me ocupe de ti. Que creas que soy tan buena en mi trabajo que nada en absoluto, ni el menor detalle, me pasará desapercibido. He de pedirte que recuerdes que eres mi mejor amiga y que te quiero mucho.
Mavis empezó a jadear. Sus ojos se quedaron secos, ardientes y secos. La saliva se evaporó de su boca.
– Vas a arrestarme, ¿no?
– Han llegado los informes del laboratorio. -Tomó sus manos-. No han sido ninguna sorpresa, porque yo sabía que alguien lo había organizado todo. Me espera?ba esto, Mavis. Confiaba en descubrir algo, lo que fue?se, antes de que eso pasara, pero no he sido capaz. Feeney también está en ello. Es el mejor, Mavis, te lo aseguro. Y Roarke ya ha contactado con los mejores abogados del planeta. Ahora es cuestión de seguir el procedimiento.
– Vas a arrestarme por asesinato.
– En segundo grado. Tampoco es para tanto. Ya sé que suena horrible, pero la oficina del fiscal no intentará poner obstáculos a una fianza. Dentro de unas horas es?tarás otra vez aquí comiendo pastel de chocolate.
Pero Mavis estaba repitiendo en su cabeza una sola frase. Segundo grado. Segundo grado.
– Tendrás que meterme en una celda.
A Eve le ardían los pulmones, y la sensación se iba expandiendo hacia el corazón.
– No por mucho tiempo, te lo aseguro. Feeney está trabajando ahora mismo para que la audiencia prelimi?nar sea rápida. Él tiene muchos resortes para tocar. Cuando hayamos terminado de hacerte la ficha, pasarás la audiencia, el juez fijará la fianza y podrás volver aquí.
Con una alarma de identificación encima para se?guirte los pasos, pensó Eve. Atrapada en casa para eludir a los media. La celda sería un lujo, pero siempre sería una celda.
– Haces que todo parezca fácil.
– No lo será -dijo Eve-, pero lo será más si recuerdas que tienes a un par de polis de primera que te apoyan. No renuncies a ninguno de tus derechos, ¿vale? A nin?guno. Y en cuanto hayamos empezado, esperas que lle?guen los abogados. No me digas nada que no tengas que decir. No digas nada a nadie. ¿Lo has entendido?
– Está bien. -Mavis se puso en pie-. Acabemos de una vez.
Horas después, terminado todo, Eve volvió a casa. Las luces estaban bajas. Esperaba que Mavis se hubiera to?mado el tranquilizante y se hubiera quedado dormida. Eve ya sabía que ella no podría hacerlo.